− El terreno como cimiento: todas las obras deben apoyarse en el terreno; debe por tanto definirse la forma de este apoyo, y la transmisión de cargas de la estructura al terreno, para lo que debe estudiarse la deformabilidad y resistencia de éste.
El terreno como productor de cargas: en ocasiones, para crear un desnivel, o con otro motivo, se construyen estructuras cuyo fin es contener el terreno (p. ej., muros de contención, revestimientos de túneles); para su dimensionamiento, debe calcularse la magnitud y distribución de los empujes ejercidos por el terreno.
− El terreno como propia estructura: otras veces, para crear un desnivel no se construye una estructura de contención, sino que se deja al propio terreno en talud; debe en este caso estudiarse la inclinación que debe 1.2 darse a este talud para garantizar su estabilidad.
− El terreno como material: en obras de tierra (rellenos, terraplenes, presas de materiales sueltos), el terreno es el material de construcción, por lo que deben conocerse sus propiedades, y la influencia que en ellas tiene el método de colocación (compactación). Los terrenos sobre los que se construyen las obras son de naturaleza muy variada, desde un macizo granítico sano hasta un fango de marisma en el que no es posible caminar. Las diferencias de comportamiento obedecen a varias causas:
− Diferencias de naturaleza mineralógica de los componentes: silíceos, calcáreos, orgánicos, etc.
− Diferencias de tamaño de las partículas: de milímetros o decímetros en gravas y bolos de décimas de milímetro en arenas de centésimas de mm (decenas de micras) en limos inferiores a una micra en arcillas.
− Diferencias de la forma de contacto y unión entre granos; puede tratarse de: una simple yuxtaposición, en el caso de una arena seca, uniones por meniscos capilares entre granos si está húmeda, fuerzas eléctricas entre partículas en el caso de arcillas, soldadura entre granos o cristales en rocas.




